Qué ver en Praga en dos días: una guía práctica y con ritmo
Visitar Praga en solo dos días es posible si se organiza bien el recorrido aunque puede ser agotador intentar ver todo. La ciudad es compacta, fácil de recorrer a pie y tiene ese equilibrio entre historia, arquitectura y vida cotidiana que siempre deja ganas de volver. Esta guía propone un itinerario completo, desde el Castillo hasta el Moldava, con cafés, museos y lugares donde parar sin la sensación de ir corriendo. Mi consejo es que disfrutes de la ciudad y veas lo que más te interesa, sin intentar abarcarlo todo. Recuerda, viajar es disfrutar el momento, no hacer tiks en una lista.
Transporte
La forma más cómoda de moverse por la ciudad es usando el transporte público. Te recomiendo comprar un billete que cubra los días que pases en Praga para que no tengas que estar pensando en ello cada vez que subes al tranvía o al metro. Por ejemplo, los billetes para 24 horas o 72 horas te dan acceso ilimitado a metro, tranvías y autobuses.

Si prefieres andar bastante y crees que solo usarás el tranvía ocasionalmente, puedes optar por billetes más cortos de 30 o 90 minutos. En las máquinas de venta, que están en estaciones metro, paradas grandes, y también dentro de algunos tranvías y autobuses, se acepta tarjeta de crédito sin problema.
Merece la pena hacer el recorrido completo del tranvía 22, una de las formas más agradables de ver Praga sin prisas. El trayecto atraviesa algunos de los barrios más bonitos —desde Národní třída y Malá Strana hasta el Castillo de Praga— y permite disfrutar de vistas del Moldava, colinas, iglesias y parques sin necesidad de mapa. Puedes bajarte en los puntos que más te llamen la atención y volver a subir con el mismo billete, siempre que esté dentro del tiempo de validez. Para un itinerario más corto pero igualmente pintoresco, el tranvía 17 recorre el margen del río y ofrece algunas de las mejores panorámicas de la ciudad.
Para llegar desde el aeropuerto Aeropuerto de Praga Václav Havel al centro, la opción más directa si prefieres comodidad es reservar un coche mediante Uber o Bolt. Ambas funcionan bien, puedes ver el precio antes de aceptar, y tienen puntos de recogida designados justo al salir de la terminal. Eso sí: ten en cuenta que dependiendo del tráfico o de la hora puede ser más caro que el bus + metro, que por ejemplo cuesta muy poco pero tarda más.
Día 1 · Entre el Castillo y el río
Mañana: el Castillo de Praga y sus patios
El recorrido puede empezar en lo alto de la colina, en el Castillo de Praga. Durante siglos fue residencia de reyes y presidentes, y todavía impresiona por su tamaño: es casi una pequeña ciudad amurallada. Conviene llegar temprano, cuando el recinto aún está medio vacío, para ver con calma la Catedral de San Vito, cuya construcción se prolongó durante seis siglos. El interior, con sus vidrieras y la Capilla de San Wenceslao, explica por sí solo buena parte de la historia del país.

A pocos pasos, el Antiguo Palacio Real conserva la Sala de Vladislav, una obra gótica con proporciones inmensas (se ve rapidito, no hay mucho más que resulte interesante). Y antes del mediodía, el Palacio Lobkowicz merece una parada: su colección privada reúne cuadros de Canaletto, Brueghel o Cranach, y desde su terraza se obtiene una de las mejores vistas del Moldava. El café del palacio sirve platos sencillos —goulash o sándwiches—, ideales para hacer un alto antes de seguir.
Antes de salir del recinto, recorre el Callejón del Oro, una hilera de casitas de colores que parecen salidas de un cuento. En la número 22 vivió durante un tiempo Franz Kafka, y hoy se puede pasar. Aunque la calle conserva mucho encanto, es justo decir que se ha convertido en un espacio orientado al turismo: la mayoría de las casas son tiendas o recreaciones históricas, y en ciertas épocas del año puede haber muchísima gente. Aun así, sigue teniendo algo especial; solo hay que asumirlo con calma, esperar el momento para las fotos… o simplemente olvidarse de ellas y disfrutar del paseo.
Y si estás allí a mediodía, acércate al primer patio del castillo para ver el cambio de guardia, que se celebra cada día a las 12:00 h con desfile y música.
Tarde: de Nerudova a Kampa
Tras visitar el Castillo, puedes desviarte unos minutos hacia Nový Svět, una zona tranquila de calles empedradas y casitas bajas. Allí está el Café U Raka, uno de esos lugares que parecen secretos: tiene terraza, chimenea y un ambiente acogedor, perfecto para descansar un rato antes de continuar.

La bajada hacia Malá Strana se hace por la calle Nerudova, donde se conservan las viejas fachadas barrocas con sus emblemas de gremios, pequeñas tiendas y galerías. La gran cúpula verde de la Iglesia de San Nicolás domina el paisaje; dentro, el fresco de Johann Kracker cubre el techo con un efecto casi tridimensional.
Antes o después de esta zona puedes visitar el Monasterio de Strahov, que alberga una de las bibliotecas más bellas de Europa. Sus dos salas históricas, la Teológica y la Filosófica, están llenas de globos terráqueos, frescos y estanterías de madera que merecen la subida.
Desde allí, puedes continuar hacia los Jardines de Wallenstein, con pavos reales y fuentes, y después seguir hasta la Isla de Kampa, un pequeño parque junto al Moldava con un aire más local. Si el tiempo acompaña, la terraza de Mlýnská Kavárna es ideal para sentarse junto al río; si llueve, el Museo Kampa ofrece arte checo moderno y un buen refugio.
A pocos pasos están el Muro de Lennon y la curiosa calle más estrecha de Praga, con su semáforo peatonal que da paso de uno en uno. En los canales cercanos, conocidos como la pequeña Venecia, a veces se dejan ver nutrias, sobre todo al atardecer.
Si sigues el paseo hasta el puente, llegarás al Puente de Carlos, donde ya se abre la vista hacia la Ciudad Vieja y el siguiente tramo del recorrido.
Atardecer: el Puente de Carlos y la noche en Malá Strana
A última hora del día, el Puente de Carlos muestra su mejor cara. Cuando el sol baja, las torres se tiñen de dorado y los reflejos del Moldava convierten el paseo en un espectáculo sencillo pero inolvidable. Merece la pena quedarse un rato, aunque haya gente: es el momento en que Praga parece más suya.

Un detalle curioso: en los ochenta, el grupo de música Depeche Mode se fotografió aquí para la portada de uno de sus discos, y desde entonces el puente se ha convertido en parada de culto para muchos fans.
Para cenar, Mlýnec es una apuesta segura. Está justo al borde del río, con vistas directas al puente, y ofrece una cocina checa contemporánea bien ejecutada. Si prefieres algo más formal o con una carta de vinos más amplia, Kampa Park, en la orilla opuesta, es otra excelente opción.
Después de cenar, puedes cruzar el puente de nuevo y cerrar la jornada en Hemingway Bar, uno de los locales más reconocidos del mundo (aparece en The World’s 50 Best Bars). Es pequeño y elegante, especializado en cócteles clásicos y en rones, perfecto para una copa tranquila antes de volver al hotel.
Si prefieres algo más sencillo o con música en directo, el bar de jazz U Malého Glena, en Malá Strana, ofrece conciertos cada noche y un ambiente local sin pretensiones.
Día 2 · La Ciudad Vieja y los barrios nuevos
Mañana: la Plaza Vieja y el barrio judío
El segundo día puede empezar en la Plaza de la Ciudad Vieja, antes de que lleguen los grupos organizados. A primera hora, el ambiente es distinto: las terrazas aún están medio vacías, y puedes disfrutar de todos los detalles de esta plaza monumental.

En el centro se alza el reloj astronómico, uno de los grandes iconos de Praga. Lleva marcando el tiempo desde 1410 y todavía funciona con su mecanismo original. Además de la hora, muestra las fases de la luna, el zodíaco y la posición del sol. Cada hora en punto, entre las nueve de la mañana y las once de la noche, se pone en marcha un breve desfile de figuras: los doce apóstoles desfilan por las ventanas superiores mientras la Muerte toca una campana y un gallo dorado anuncia el final del espectáculo. Aunque dura apenas un minuto, merece la pena verlo al menos una vez y, si es posible, llegar unos minutos antes para conseguir buen sitio.
Después, puedes subir a la torre del Ayuntamiento para tener una vista completa de la plaza y de los tejados rojizos del centro histórico. Desde arriba se entiende el trazado irregular de la Ciudad Vieja, con sus pasajes y patios escondidos.
A continuación, el paseo puede continuar hacia el barrio judío de Josefov, una zona pequeña pero muy significativa. La Sinagoga Vieja-Nueva, del siglo XIII, sigue en activo y es una de las más antiguas de Europa. La Sinagoga Española, con su decoración morisca y detalles dorados, recuerda a la Alhambra y suele sorprender. El billete combinado incluye también el Antiguo Cementerio Judío, con miles de lápidas superpuestas entre árboles centenarios.
A unos minutos a pie se encuentra el Klementinum, un conjunto barroco impresionante que alberga una de las bibliotecas más bellas del mundo. No se permite fotografiar su sala principal, pero basta con entrar para entender su fama: estanterías de madera, globos celestes y frescos en el techo que parecen suspendidos en el aire. Eso sí, es necesario reservar una visita guiada para poder acceder a ella. Desde la Torre Astronómica del mismo edificio se obtiene una de las mejores vistas del Moldava y de las cúpulas de la Ciudad Vieja.

Para comer, Lokál Dlouhááá es una apuesta segura. Sirven cocina checa tradicional sin artificios —schnitzel, goulash o svíčková— y la cerveza se tira directamente del tanque (tankové pivo). Es un lugar popular entre los locales, con un ambiente animado y precios razonables.
Después de comer, un paseo por el Puente de Manes permite ver el Puente de Carlos desde otro ángulo. Si te apetece un descanso, el EMA Espresso Bar es ideal para un café rápido, o el clásico Café Louvre, donde solían coincidir Kafka y Einstein, si prefieres sentarte un rato y observar cómo transcurre la tarde en el centro.
Tarde: Celetná, la Casa Municipal y las esculturas de Černý
Por la tarde, el paseo puede continuar por la calle Celetná, una de las más antiguas de Praga y parte del Camino Real, la ruta por la que los reyes se dirigían desde la Torre de la Pólvora hasta el Castillo para ser coronados. Hoy, entre escaparates y edificios barrocos, todavía se reconocen los restos de aquella solemnidad.
Al final de la calle se levanta la Torre de la Pólvora, una de las puertas medievales que daban acceso a la ciudad amurallada. Junto a ella se encuentra la Casa Municipal, joya del modernismo checo, unida a la torre por un puente cubierto. Si hay tiempo, merece la pena entrar o al menos asomarse a su cafetería, donde todo —desde los techos decorados hasta las lámparas de cristal— conserva el estilo art nouveau original.

Desde allí se llega fácilmente a la Plaza de Wenceslao, en la Ciudad Nueva. A lo largo de la historia ha sido escenario de manifestaciones y celebraciones, y su longitud impresiona más que su belleza. En el extremo superior se alza el Museo Nacional, un edificio neorrenacentista restaurado recientemente.
A pocos pasos, entre galerías y pasajes, se esconde el Pasaje Lucerna, un clásico de la Praga más auténtica. En su interior, bajo una cúpula de cristal, cuelga una de las obras más conocidas de David Černý: un San Wenceslao invertido, montado sobre el vientre de un caballo muerto, sátira del monumento ecuestre que preside la plaza.
Las demás esculturas del artista están repartidas por el centro y se pueden ir encontrando sin desviarse mucho: la Cabeza de Kafka, una instalación giratoria junto al centro comercial Quadrio, y el Hombre colgado, en la calle Husova, que representa a Freud suspendido de una mano sobre los transeúntes. Son parte del carácter provocador —y algo irónico— que también define a la ciudad.
Atardecer y noche: Monte Petřín y Žižkov
Para terminar el día, lo ideal es tomar el funicular de Újezd y subir al Monte Petřín. Desde la torre de observación, una réplica en miniatura de la Torre Eiffel, se obtienen algunas de las mejores vistas de Praga al atardecer. La luz cae sobre los tejados y el Moldava se tiñe de dorado, una panorámica perfecta para despedir el fin de semana.

De vuelta al centro, la Casa Danzante de Frank Gehry y Vlado Milunić marca el contraste más radical con la arquitectura medieval de la ciudad. Sus dos volúmenes entrelazados, conocidos como Fred & Ginger, simbolizan el movimiento y la libertad que llegaron con los años noventa.
A pocos metros, en los antiguos muelles junto al río, se encuentra The Lab Space, un bar y espacio creativo que combina coctelería de autor, arte y música electrónica en directo. Su fachada industrial da paso a un interior moderno, con vistas al Moldava y una terraza que se llena al caer la tarde. Es el lugar perfecto para una copa final si te apetece algo diferente, más local y sin multitudes.
Curiosidades que pueden resultar interesantes
Praga tiene esa mezcla de solemnidad y humor que la hace imprevisible. Si después del itinerario principal te quedan unas horas —o simplemente quieres ver algo diferente—, estos lugares muestran otra cara de la ciudad.
Signal Festival (solo en octubre)
Durante unos días, las fachadas de la Ciudad Vieja se transforman con proyecciones de luz y arte digital. No hace falta planear nada: basta con salir al atardecer y seguir el resplandor de las luces.
Café Louvre
Abierto en 1902, sigue siendo uno de los cafés más emblemáticos de Praga. Por sus mesas pasaron Kafka y Einstein, pero lo interesante es que conserva su función original: un lugar elegante donde los locales desayunan sin prisa. Ideal para una pausa entre el Museo Nacional y la Casa Danzante.
Dónde: Národní 22, Nueva Ciudad.
Vytopna Railway Restaurant
En plena Plaza Wenceslao hay un restaurante donde las bebidas llegan en pequeños trenes eléctricos que recorren las mesas. Es popular entre familias, pero resulta divertido incluso para adultos. Buena parada para un café o una cerveza a media tarde.
Dónde: Václavské náměstí 56.
Horario: 11:00 – 23:00.
Museo Franz Kafka
A pocos pasos del Puente de Carlos, combina manuscritos, cartas y una ambientación sonora muy particular. A la entrada, dos figuras metálicas de David Černý “escriben” sobre un mapa de la República Checa. Breve, curioso y diferente.
Dónde: Cihelná 2b, Malá Strana.
Pasaje Lucerna
Un pasaje art nouveau con cines, cafés y tiendas. En el techo cuelga la escultura más famosa de David Černý: un San Wenceslao invertido montado sobre un caballo muerto. Inquietante y brillante a la vez.
Dónde: Štěpánská 61, Ciudad Nueva.

DOX Centre for Contemporary Art
En el barrio de Holešovice, fuera del circuito turístico. Exhibe arte contemporáneo en un antiguo almacén industrial, coronado por un zeppelín de madera suspendido sobre la azotea. Tiene café y tienda de diseño; se puede pasar allí una hora sin mirar el reloj.
Dónde: Poupětova 1, Holešovice.
Biblioteca Municipal de Praga (“El Pozo de los Libros”)
En el vestíbulo de la biblioteca hay una torre hueca de libros rodeada de espejos que crea un efecto de profundidad infinita. Se ha hecho viral en redes y las colas para grabar un vídeo pueden ser largas, pero si estás cerca, es una parada rápida y curiosa.
Dónde: Mariánské náměstí 1, Ciudad Vieja.
Conciertos al atardecer en iglesias
Casi todas las iglesias del centro —como San Salvador, San Francisco de Asís o Nuestra Señora de Týn— ofrecen conciertos de órgano, cuerda o música barroca. Empiezan normalmente entre las 18:30 y 19:30 h y duran alrededor de una hora. No requieren gran planificación y el ambiente —luz tenue, frescos y buena acústica— convierte cada concierto en una experiencia sencilla pero especial.
Dónde alojarse
El punto de partida de esta guía es el The Grand Mark Prague, en Hybernská 12, a pocos pasos de la Torre de la Pólvora. Ocupa un antiguo palacio barroco con un jardín interior que funciona como un pequeño oasis en pleno centro. Desde allí se puede llegar andando a la mayoría de lugares del itinerario y moverse fácilmente en tranvía o metro cuando haga falta.
Si prefieres una alternativa con aire más contemporáneo, el The Emblem Prague Hotel (Platnerská 19) combina diseño actual y ubicación privilegiada, junto al Puente de Carlos. Tiene una terraza con vistas y un pequeño spa que lo hacen ideal para cerrar el día con calma.
Otra opción dentro del mismo estilo es el Hotel Josef, también en el centro histórico. Su arquitectura moderna y su luz natural lo convierten en una elección excelente si buscas algo menos clásico pero igualmente cuidado.
Todas estas opciones comparten lo esencial para disfrutar de Praga a pie: buena ubicación, servicio atento y un entorno que invita a descansar después de un día intenso de exploración.
Comer y beber
En Praga se come bien si se elige con calma. La ciudad combina tabernas centenarias, restaurantes de autor y cafés con carácter, así que conviene alternar según el momento y el ánimo.
Tradicionales
Para probar la cocina checa en su versión más clásica —cervezas de tanque, goulash, codillo o svíčková—, los imprescindibles son:
- U Fleků: cervecería histórica con producción propia desde el siglo XV, turística pero con encanto si vas a primera hora.
- U Kroka: cocina casera, raciones generosas y precios razonables, en el barrio de Nusle.
- U Pivrnce: ambiente local, decoración irreverente y buena cerveza. Perfecto para una cena sin pretensiones.
Contemporáneos
La escena gastronómica de Praga ha crecido mucho en los últimos años, y hoy cuenta con varios restaurantes de nivel internacional:
- La Degustation Bohême Bourgeoise ★ — Alta cocina checa reinterpretada, con menú degustación que cambia por temporada.
- Field ★ — Minimalismo escandinavo con producto local y presentación impecable.
- Aromi — Cocina italiana elegante y sin excesos, ideal para una noche tranquila.
- Mlýnec — A un paso del Puente de Carlos, combina técnica contemporánea y vistas espectaculares al Moldava.
Cafés y panaderías
Praga es ciudad de café. Algunos de los mejores para descansar entre visitas son:
- Mlýnská Kavárna, junto al río, con terraza perfecta en días soleados.
- Eska, en Karlín, panadería, restaurante y tostador, muy apreciado por locales.
- EMA Espresso Bar, ideal para un café rápido y bien hecho.
- Můj šálek kávy, pionero del buen café en la ciudad.
Bares y música
Para terminar el día, los mejores ambientes están entre el jazz íntimo y la coctelería de autor:
- U Malého Glena, clásico de Malá Strana con música en directo cada noche.
- Hemingway Bar, uno de los mejores bares de cócteles de Europa, elegante pero sin pretensiones.
- Čili Bar, pequeño, informal y con muy buena coctelería.
- Palac Akropolis, espacio cultural con conciertos y ambiente alternativo.
Consejos prácticos
- Entradas: comprar con antelación las del Castillo y la torre del Ayuntamiento.
- Transporte: el centro se recorre a pie; para trayectos largos, tranvía o metro. Billete de 72 h ≈ 330 CZK.
- Desde el aeropuerto: bus + metro, Airport Express (35 min), Uber o transfer privado.
- Mejor época: abril-junio y septiembre-octubre. En diciembre, los mercados de Navidad son preciosos pero más concurridos.
- Fotografía: Puente de Carlos y Plaza Vieja al amanecer o al atardecer; Petřín y Riegrovy Sady para panorámicas.
- Prague Visitor Pass: Se trata de la tarjeta turística de la ciudad. Dependiendo de cuantas cosas quieras ver te merecerá la pena comprarla o no. No es barata, en mi caso, no me salían los números.
Excursiones desde Praga
Si sobra tiempo:
Terezín, Český Krumlov, Karlovy Vary o Kutná Hora (todas accesibles en tour de día desde la ciudad).
En resumen
Praga sigue siendo una de esas ciudades que sorprenden aunque creas conocerlas de antemano. Tiene historia, belleza y una energía difícil de describir, entre lo melancólico y lo vital. Pasear por ella es un ejercicio de paciencia y de curiosidad a partes iguales: los turistas aumentan cada año y, en algunos lugares, la multitud puede ser abrumadora. Pero basta desviarse una calle, cambiar la hora o detenerse a observar para recuperar su ritmo real.
El encanto de Praga está en los contrastes: en una cerveza servida con espuma perfecta después de escuchar un cuarteto de cuerda; en el silencio de una iglesia barroca y el bullicio de una terraza junto al Moldava; en el brillo de las cúpulas al atardecer y el reflejo de las luces sobre el agua.
Quizá por eso siempre se vuelve. Porque, más allá de sus monumentos, Praga tiene algo que no se agota: una mezcla de belleza, historia y vida cotidiana que sigue fascinando incluso cuando ya no hay nada que mirar, solo la sensación de estar en el lugar correcto.